Guión & Dirección Xavier Guàrdia
Música Frederic Oller
Fotografía Xavier Guàrdia
Montaje Jaume Moya de Juan
Postproducción Leandro Alvarado
Diseño Gráfico David Esteve
Productor Asociado Films Nòmades
Producción Seny&Rauxa Docfilms
Distribuidor YAQ Distribución
Par les soirs bleus d’été / Por las tardes azules de verano, el primer verso de un poema de Arthur Rimbaud, Sensation / Sensación, da título a la película. La recitación del poema en cuatro idiomas diferentes (francés, castellano, inglés, catalán) y un tema musical, Somniador / Soñador, compuesto por el pianista Frederic Oller, se fusionan y dialogan con imágenes de la naturaleza y la ciudad. El mundo tranquilo y paradisíaco del Delta del Ebro contrasta bruscamente con el ritmo frenético y ruidoso de la ciudad de Barcelona. Dos mundos diferentes, dos formas de entender la vida.
Con el equipo de rodaje en el Delta del Ebro. Localizaciones en Deltebre, Amposta, Sant Jaume d’Enveja, Laguna de la Tancada, Playa de la Marquesa y Playa del Trabucador.
Marc Javierre-Kohan.
En el ensayo con el pianista y director de orquestra Frederic Oller interpretando su composición Somniador / Soñador para la banda sonora de la película.
El nuevo cortometraje que nos ofrece el realizador Xavier Guàrdia es una amalgama de sensaciones bucólicas de paisajes naturales que se pierden en nuestra memoria y masificadas imágenes de ciudad que nos aturden producto de una globalización mal digerida.
En las melancólicas vistas, vemos a sus gentes trabajando de sol a sol con la piel quemada por la ruda belleza que nos ofrece la naturaleza, en este caso el Delta del Ebro. Ello nos produce sosiego, paz, armonía, mediante un montaje de su realizador que homenajea a los impresionistas y por supuesto al poeta glosado Arthur Rimbaud pero con una yuxtaposición de secuencias donde se contrapone lo moderno y frío de la gran ciudad con lo verde y apacible del campo, un mundo que desde tiempos del bardo francés se va desvaneciendo pero que aún está ahí.
Como poeta de la pintura cinematográfica Xavier Guàrdia, nos da para la ciudad una paleta de color gris metalizado donde la masa queda engullida por ella misma hasta la náusea en contraposición a los verdes páramos, que nos recuerda, en ciertos momentos, al pintor Jean-François Millet o a los ensoñadores paisajistas del siglo XIX.
Uno de los momentos de mayor tensión en este film lo podemos encontrar en las dos maneras de ver y vivir el mar, bien sea en una playa abarrotada hasta lo indecible o un mar vacío donde uno puede encontrar su profunda soledad buscada. Con ello, el director crea una tensión dialéctica, sutil y elegante, donde uno puede contemplarse en su devenir contemporáneo entre campo y ciudad. Tal y como buscó Rimbaud en su poema Par les soirs bleus d’été, en off recitado, en un lejano 1870 donde “nacía” la ciudad moderna y el campo se perdía en favor del humo de fábrica.
Sinestésico film por lo impresionista, destila todo él, también en su montaje, una apacible melancolía que invita al sosiego y a la introspección (con una inspirada partitura debussyana del pianista Frederic Oller). Pero esas otras turbadoras masas que filma en la gran urbe muestran los nuevos y falsos paraísos artificiales en que vivimos hacinados. Engendros todos ellos de la globalización con su mundanal ruido ensordecedor: aquí el metro de Barcelona se convierte en un gran gusano, antítesis de la fascinación de los Lumière en La llegada del tren a la estación. Corren otros tiempos.
De forma inteligente y en diversas lenguas se repite el breve poema de Rimbaud para impregnar nuestra memoria de bucólicos encuentros de nosotros mismos en y con el campo. Si en tiempos de Charles Baudelaire lo nuevo era la ciudad ahora eso es ya lo pasado, por sucio y ordinario. Este poema visual de Xavier Guàrdia, nos devuelve a nuestros orígenes, allí donde nace el hombre del polvo y el agua y de donde nunca teníamos que haber salido pero que aún estamos a tiempo de retornar, a la madre naturaleza.
Xavier Guàrdia explora el deseo de volver a la naturaleza y a una vida sencilla en “Par les soirs bleus d’été”. No es ninguna coincidencia, pues, que el título sea el primer verso del poema “Sensation” (1870) que un adolescente Arthur Rimbaud escribió como anhelo de libertad. Cada verso representa el deseo de escapar hacia una naturaleza ideal que sirva de marco al paseo gozoso de un yo lírico: el cielo, los cereales, la hierba, la frescura, el viento. Asimismo, el cortometraje de Guàrdia ofrece diversos parajes del Parque Natural del Delta del Ebro que se oponen al bullicio de una Barcelona saturada por el turismo y por la velocidad del capitalismo.
Las escenas del film se solapan mostrando, de forma intercalada, la naturaleza idealizada e intemporal del Delta del Ebro, con el trasiego de una ciudad explotada turísticamente como es Barcelona. A estas escenas urbanas, las acompaña el poema de Rimbaud leído en francés, castellano, inglés y catalán, mientras oímos como un rumor de fondo los ruidos de la ciudad que se suceden en escenas de rebaños de turistas por la Rambla, embotellamientos, metros y playas atestadas. Las escenas de la naturaleza que les anteceden están acompañadas por el piano de Frederic Oller, mostrando un remanso de idílico bienestar por el que transitan personas que disfrutan del instante sin premura.
De esta forma, las sensaciones que el film de Guàrdia nos produce, a partir de diferentes estímulos, son desde el bochorno de una estación de metro o un tubo de escape, hasta el frescor del aire salino y limpio de playas naturales con flamencos caminando sobre un agua clara y gaviotas surcando los cielos. El film parece preguntarnos con las imágenes, la música de Oller y el poema que escribió Rimbaud hace casi dos siglos qué hemos hecho con el Mediterráneo y qué nos queda por recobrar.
En el acto final, sin embargo, la película ofrece un desenlace esperanzador de parejas solitarias que pasean y disfrutan de los paisajes de la naturaleza, felices y enamoradas, sin prisas. Barcelona, sin embargo, no ofrece ya ese refugio ni para sentir la brisa en el cuerpo ni para el amor. La única salida es, como escribió Rimbaud, tomar caminos hacia otros lugares que aún ofrezcan esa plenitud, y cuidarlos, antes de que sea ya demasiado tarde.