Guión & Dirección Xavier Guàrdia
Fotografía Guillem Camós Romero
Fotografías Color Marc Javierre Kohan
Música Compositor Daniel Andrew Griggs
Montaje Gabriel Ghiggeri / Xavier Guàrdia
Posproducción & Color Armand Rovira
Masterización Pablo Teijón
Sonido Uqbar Estudis
Diseño Gráfico Corinne García
Producción Seny&Rauxa Docfilms
Nausica / Sibil·la / Dolores Rosa Serra Torrens
Entrevistador Xavier Guàrdia
Documental ficcionado donde tres mujeres hablan del turista de hoy y lo comparan con el viajero de ayer, estableciendo un diálogo entre la sociedad actual y el mundo de otros tiempos. Fotografías antiguas del siglo XX y actuales del siglo XXI se convierten en testimonio visual de la transformación de Barcelona.
Las tres entrevistas son interpretadas por una sola actriz, Rosa Serra Torrens, que encarna a una joven estudiante de antropología que transmite sentido común y optimismo, una humanista de mediana edad que propone un nuevo rumbo, y una anciana revolucionaria que ofrece una visión crítica mordaz de este mundo actual que ha perdido los valores y hace décadas va directo a la deriva.
Colaboración creativa con el fotógrafo Marc Javierre Kohan que aporta fotografías en color extraídas de la publicación de su libro fotográfico Tourist Walk.
Colaboración con AFB Arxiu Fotogràfic de Barcelona que aporta fotografías de archivo en blanco y negro datadas de los años 1905 y 1959.
Con Rosa Serra Torrens interpretando los 3 papeles del film. Nausica, una joven universitaria, Sibil·la, una humanista de mediana edad, y Dolores, una anciana revolucionaria.
El filme es mayéutico: nos muestra y nos tira de la lengua, tal como hacía Sócrates, nos hace filosofar, una filosofía de forma dirigida, dada a luz: nos provoca ideas con los propios filósofos del filme, Xavier y sus invitadas, representadas por la misma actriz: la antropóloga, la humanista Sibilla y Dolores, la anciana que habla de la deriva generacional.
El filme funciona con estructuras antitéticas y dialécticas. La antítesis de lo internacional multicolor y masivo y rápido versus lo local-intrahistórico de Barcelona, la idea mediterránea, frente a la idea invasora (“bárbara”) representada ahora con la invasión turística hija de la globalización y de la conversión del turismo en explotación macro e intensiva, turismo desde una tesitura de avidez, turismo que no tiene por objetivo llegar a un conocimiento de la ciudad, sino de cazarla y llevársela fotografiada como un objeto de consumo a sus ciudades de origen: no hay intercambio, el turista no es embajador, no habla con el hombre local, sino que, siendo una extensión de su cámara, viene en un acto rápido de depredación y adquisición. Las riadas de turistas grupales comandadas por la guía turística son la versión de los Tiempos modernos chaplinianos aplicada a la actual industria del turismo. Y acudiendo al título del film de Xavier Guàrdia, se podría poner en evidencia otra antítesis, con sus dos títulos: Otros tiempos frente a los Tiempos modernos.
Y hay una antítesis con una consecuencia correctora actual, es decir una secuencia o estructura en movimiento de tipo dialéctico, por la que se enfrenta o confronta el pasado del concepto “viaje a Ítaca” (“no apresures nunca el viaje”) disfrutando en el presente, el viaje como valor en sí enriquecedor y procurador de la verdad actual confrontado con el actual viaje masificado de fotografía y video turístico a todo lo que se pone a tiro del ojo, y por tanto de no-disfrute-real, no de vivencia, sino de posposición proustiana para disfrute virtual, pospuesto, de recordación-reproducción en el futuro, y, finalmente, la síntesis de estos estados con la tesitura propuesta y prescrita por la antropóloga Nausica :“para que el viaje enriquezca hay que ser humildes y abrir bien los ojos”; (…) “si queréis conocer países extranjeros, debéis viajar como un pobre”.
Vuelve la antítesis generacional (de cosmovisión y de actitud) expuesta por la actriz que hace de la anciana dolores, que en su andaluz de emigrante confronta su vida de joven y la de sus padres en términos laudatorios pero extremos (“trabajábamos de sol a sol”) con la vida de la actual juventud, igualmente expuesta en términos extremos. La intención del autor no es por tanto la de hacer tesis, sino la de que el espectador haga con la tesis extrema de Dolores y la igualmente la extrema antítesis expuesta de la juventud, una síntesis equilibrada y correctora entre una vida de la posguerra más natural y con valores, productiva y responsable pero sin ocio ni libertad, y la vida de la juventud actual focalizada en el ocio pero sin valores, poco productiva y sin responsabilidad.
Es un filme que en los primeros segundos podría parecer un documental de lujo, de última generación, pero conforme avanza, el espectador se percata de que no es tal, sino una película, incluso con actuación en la que una sola actriz hace de tres personajes entrevistados, o más bien mayeutizados por el director y conductor, el propio realizador Xavier Guàrdia; y una película de cortometraje con vertientes de poesía visual, verbal y musical, con una estructura narrativa bien tasada para equilibrarse ésta con un plano vertical o paradigmático de contenido, de ideas confrontadas con la apoyatura simbólica de otras vertientes o planos como el sonido, el color, y la mostración behaviourista de masas de figurantes turistas. Esto se ve acentuado o reforzado con la performance del director y la actriz que hace de antropóloga, humanista y de anciana representante de la cosmovisión de su generación, que deambulan al modo peripatético, hablando por el ágora, con un tempo de filósofo, un tempo alejado de la velocidad de la realidad objetiva que exponen y analizan.
Asimismo, a nivel simbólico, tanto el presentador del filme como la humanista Sibilla, aparecen vestidos de Blanco y ambos descalzos: el blanco es el color del no color, tono que simbólicamente significa neutralidad, pureza y distancia con lo que aparece en el escenario multicolor; en cuando a la desnudez de los pies de ambos, esto simboliza el estar en la tierra, palpar la realidad, sentir la ciudad, estar conectado a ella como sus propios árboles.
Uno de los méritos del filme es mostrarnos el cambio del turismo en una ciudad mediterránea como Barcelona, desde la nostalgia del pasado a la crítica del presente, para llevarnos con métodos mayéuticos a un tercer paso dialéctico corrector donde el espectador sitúe en nuestra época cómo debería ser la experiencia turística. Desde la nostalgia se propone volver a una ciudad cuya vida estaba ordenada por los criterios del silencio, la belleza y la intimidad. Barcelona ha sido siempre turística. Pero turística de individuos viajeros, fuera un mochilero o elitista flâneur.
El cortometraje Otros Tiempos del director de cine Xavier Guàrdia, banco de pruebas para el largometraje Barcelona Tourist Walk, se erige como una visión ácida y en ocasiones irónica sobre la problemática del turismo acultural en plena globalización del S.XXI.
Dividido en tres partes nos da una visión poliédrica sobre este nuevo fenómeno contrastándolo con el concepto del viajero del S.XIX o inicios del S.XX, de ahí el concepto del título. Y es que, en otros tiempos, el viajero se daba a los demás por sed de conocimiento y hoy en día es una excusa para selfies, en un acto de narcisismo alienante.
Estructurado a base de entrevistas ficcionadas, por unas notables interpretaciones de Rosa Serra Torrens, Guàrdia (también guionista) indaga sobre las virtudes del viaje para finalizar sobre la decadencia cultural que la globalización impone. En el film lo visualizamos, sobre la piel de Barcelona, en las impactantes fotografías a color de Marc Javierre-Kohan.
En la primera parte, con unas bellas imágenes del monumento a Colón y teniendo como fondo sonoro las olas del mar, se entrevista a Nausica, alter ego de la adolescente que salva del naufragio a Ulises. Como si hablásemos de un naufragio, Nausica nos recuerda: “durante siglos los viajes fueron una búsqueda espiritual. (…) De la atracción por lo desconocido se ha pasado a la obsesión por no dejar nada al azar”. «Para que el viaje enriquezca hay que ser humilde y abrir bien los ojos». Estas reflexiones filosóficas extraídas del libro Bertrand Russell Speaks his mind contrastan con las imágenes de una Barcelona turística, repleta de souvenirs baratos y el agobio de vivir en una ciudad gentrificada. El capítulo se cierra con unas nostálgicas fotografías en blanco y negro de cuando viajar era una aventura y no una “obligación” veraniega.
Entre blancos del vestuario de los protagonistas y el impecable mármol del Pabellón alemán de Mies van de Rohe, se entrevista a un nuevo personaje, Sibil.la. Ya nos situamos en la segunda parte. En un bonito acento mallorquín (recordemos el Cant de la Sibil.la de la Catedral de Mallorca), esta pitonisa nos advierte de cómo «vivimos una época de euforia tecnológica y abundancia material». Y nos recuerda que se necesita un nuevo Humanismo para evitar que la postmodernidad ahogue cualquier pensamiento individual y creativo.
Estas lúcidas reflexiones, fragmentos extraídos del libro El Mediterráneo y los bárbaros del norte de Lluís Racionero, proponen una nueva espiritualidad a través del urbanismo creando un diálogo alquímico entre las sociedades enajenadas del norte y la ciudad cálida del mediterráneo.
Bajo la escultura La Dona i l’Ocell de Joan Miró, llegamos a la tercera parte donde se entrevista a Dolores, mística revolucionaria, escribe el subtítulo. Ésta menciona la falta de valores de las nuevas generaciones y lo contrasta con la suya de la Guerra Civil española. Falta cultura del esfuerzo y del sacrificio, nos dice, una sociedad que cree estar de vuelta cuando todavía no ha ido a ninguna parte.
“Te mueres joven y te entierran viejo. Ha estallado la paz”. Quizás esta es la frase más impactante del film. Es en este punto donde las imágenes se hacen más angustiantes, por la masificación y la vulgaridad del turismo de borrachera. Es un amargo comentario por la falta de espiritualidad que conduce a una sociedad del consumo desbocada, barbarizada hasta la banalidad.
El tema tradicional escocés Auld Lang Syne o la original Barcelona Tourist Walk compuesta por Daniel Andrew Griggs, marcan ambas una banda sonora sobre lo que hemos perdido y lo poco que hemos ganado. Tenemos así un bello conjunto entre forma y contenido. Los viejos tiempos, que ya no volverán, son mostrados en melancólicas imágenes en blanco y negro de hombres y mujeres del pasado. En contraste, unas fotografías a todo color de masas ovejunas. Guillem Camós, director de fotografía, nos capta esta realidad entre picados y contrapicados en los que la arquitectura desaparece para dar paso a una escenografía donde el turista es el rey de la función de una sociedad decadente.
La sociedad hiperconsumista ha convertido la cultura en un simulacro de sí misma y de la sociedad ha hecho un espectáculo. Nuestra es la decisión sobre si queremos ser viajeros o turistas de la vida. Ésta, para mí, es la reflexión final del film, pues nos habla de una manera de hacer y de vivir. La existencia interpretada como un viaje de conocimiento e introspección o secuestrada por el consumismo globalizador neoliberal. Nuestra es la elección.